martes, 30 de septiembre de 2008

Salir de la ciudad

El domingo fue día de campo, tomamos el metro y un bus, en menos de una hora se estaba en la montaña. El mismo tiempo que tarda el cielo en pasar de extremadamente lluvioso a soleado. El viaje en bus estuvo cargado de agua por los cinco costados, yo pensaba un buen lugar para ver una película y cancelar eso del día al aire libre. Llegamos al pueblo y el agua era humedad. Caminamos varias cuadras, la humedad era vapor. Anduvimos unos kilometros el vapor era sudor. Subimos varias lomas y el sudor era cansancio. Llegamos a alguna cima y el cansancio era hambre. Vimos una lecheria abierta al público (un Tambo) y el hambre era incontenible. En mi caso se sació con pan de queso y cerveza. Le siguieron risas porque era un casado (mezcla) muy raro para un colombiano. Generalmente el pan de queso es con café. Pues.
Con la panza llena, empezamos el descenso. Ya finalizando empezaron los relámpagos, los truenos, y lluvia por segunda vez, y más fuerte. La gente empieza a correr, buscando refugio, imitamos la conducta yendo a una panaderia a tomar un tinto (cafe) y ver el show. Se sumó el viento y las gotas empezaron a venir de costado dando un espectáculo increíble cuando golpeaban con los parabrisas de un coche. El agua bajaba de las calles inclinadas, como arroyos, se cortó la luz y fue como la caída de telón de una obra teatral. Era para agradecer, aplaudir. Un rato más y paro. Todos empezaron a tomar de nuevo las calles, quizas para volver a sus casas, quizas porque finalizaba la función.


Interactuando con la vaca, que la extraño en su condición de bife de chorizo

Una casa típica del paisaje paisa

Parte del grupo de caminantes

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