sábado, 1 de enero de 2011

Danzas arabes

Venía con hambre desde la tarde, habia salteado la merienda en el ajetreo de su ultimo dia de trabajo. Con paso incierto pero rápido, caminó las cuadras del centro en busca de algun lugar para cenar.
Es posible que el nombre Sheik le haya resultado curioso, las luces de la entrada, la decoración exterior, o la oportunidad de probar una comida exótica. De reojo observó parte de lo que habia escrito en el pizarrón de la puerta: "Danza arabe. No se cobra derecho de espectáculo".
Al entrar entendió que ofrecer el espectáculo gratis quizas estaba movido por la intención de acercar mas comensales al lugar, ya eran mas de las diez y habia solo dos mesas ocupadas, incluyendo la suya.
Tras hacer su pedido de babaganush y kebap de cerdo, Carlos se acomodó en dirección al escenario al notar que habian bajado las luces del local
El presentador, en un ambo raído y bastante arrugado, aunque con una barba tupida para dar la sensación de su origen musulman, tomó el micrófono, y mirandolo a él, que parecia ser el mayor interesado de la cantina, dijo: -Bienvenidos al Sheik, el unico restaurant de comida típica arabe de la zona. Hoy tenemos el agrado de presentar a nuestras talentosas bailarinas, que danzaran al ritmo de odas arabes de todos los tiempos. ¡¡Demosle un fuerte aplauso!!!. ¡¡Ellas son Gunesh, Ayleen y Bilge!!! ¡¡directamente desde Turquía !!!

Al ver la belleza de sus atuendos, los colgantes brillosos adosados a los pañuelos, y la armonia de sus figuras, Carlos desvio su atención del plato que recien llegaba y perfiló su silla un poco mas cerca del escenario.
Dejo pasar un par de canciones, u odas, como las habia mencionado el presentador, y hurgó en sus bolsillos por algo de dinero.
Los siguientes temas fueron una seguidilla de intentos fracasados de Carlos por depositar una ofrenda económica en alguna parte de los atuendos de ellas.
Las bailarinas se acercaban a su silla, sugerentes, obsequiandole un primer plano de unos movimientos de caderas tan perfectos que se asemejaban al flamear de una bandera con el viento. Cuando él consideraba que solo lo separaba un brazo de distancia de alguna de ellas, sacaba unos billetes y estiraba la mano. Pero ya, en un momento imperceptible, la distancia era demasiada. Se alejaban con un movimiento grácil y no menos artístico, cosa que no pareciera un rechazo hacia el cliente.
Al final, Carlos devoró su kebap con cierta culpa y estupor, sentía que lo que habia visto debia ser recompénsado, de alguna manera, y no entendía. Le parecía un exceso que ademas de no cobrar por el espectáculo, tampoco acepten propinas como forma de reconocimiento.
La comida era de un precio módico, los clientes eran escasos. Algo raro debia haber en todo eso. Pensó que quizas la cantina era una tapadera del dueño para negocios mas turbios, imagino mafias de tratantes de blancas, ya le comenzaron a surgir todos los prejuicios de los turcos, sus negocios non sanctos. Seguramente a la salida se toparía con un cafisho de impecable traje que le ofrecería una atención o servicio de alguna de las bailarinas. Ahí se le terminaria de desmoronar toda la ilusión de haber considerado aquello que vió, una verdadera muestra de arte y cultura de la parte oriental del mundo. Lo habia disfrutado, pero estas conjeturas y suposiciones hicieron que todo se tiñera de negro, y que su estomago mismo empezará a rechazar lo recien ingerido. Buscó rápido la salida, abrió la puerta, y al cerrarla le dio cierto impetú para notar su desacuerdo con todo. Al salir, el fresco se notaba, así que mientras volvía a ponerse su gabán, leyó por última vez el pizarrón completo: "Danza arabe. No se cobra derecho de espectáculo" "Hoy: Show de Odariscas"