-No seas cachibache, deja de berrinches que quiero torrar, me decías con tu gastado malhumor de ensueño. Ni te percataste que estaba hecho una piltrafa. Me tenias como un papanatas que pide a tientas acurrucarse en tu brazos por miedo a las cucarachas que se pasean de cuclillas y a sus anchas.
No era un miedo pastiche, ni un mamarracho de tristeza lo que de mis ojos se precipitaba, y en mi jeta se anunciaba. Tan pronto te rajabas a tus pagos, mi alma se rajaba con el cobro, denunciaba el vacio. No existe curandera ni bruja que me saque tu gualicho, ni me cure el mar de ojos. Me queda la modorra
lunes, 1 de agosto de 2011
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