jueves, 14 de julio de 2011

Calzado de esta vida a medias



-Me calzan tantos años oliendo el mismo pegamento.
-Es porque suelas zaparte todo el día encerado ahí, y no pones un pie en la calle ni por putas. - Insistía su mujer.

Sin embargo él taco vencido que no pudo elegir. Que su destino estaba escrito de antepie. Por eso el fastidio de sentir que eso que lo definía, lo agobiaba por no haber arriesgado otra vida. Le pisaba los talones.
Bota cada consejo que se le ofrece, pero todos saben que su pensamiento rumia cada noche en que sus ojos se mantienen fijos en el techo. No hay plantillas para dormir que le hayan hecho algún efecto, ya curtido por aspirar adhesivos durante lustros.
En esa especie de limbo mental nocturno comprendió la ridiculez de reparar, siempre, para que otros puedan tener los pies en la tierra, mientras el se vuela, haciéndolo. Esa idea le cayó como una patada, y le lustro el camino para dar el primer paso.
Así zapatastroso como estaba, lleno de grasa y pegamento, tomó el dinero recaudado, abrió la puerta que da a la calle.
Miró la acera, se arrimó hasta la calzada, buscó un tenue rayo de sol que se colaba por los árboles, y se sentó en el cordón durante unos segundos. Se tomó el tiempo para empezar a respirar otros aromas, se puso de pie y echo a correr con su botín. Huyendo de su destino.

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