lunes, 15 de noviembre de 2010

Con lo justo

Jorge suspiro dando cierre a su palabrerio, se levantó del divan, aún cuando ella no habia insinuado siquiera el fin. Carraspeó con la intención de marcar un corte entre lo dicho en su terapia y los aspectos admisnistrativos. Entonces acotó:
-Doctora, el problema es que no tengo cambio. - Y le estiro un billete de cien pesos.
Ella permaneció callada, como hacia casi siempre en las sesiones, aunque esta vez pensó que sería apropiado aclararle que no era doctora, sino licenciada, y que el precio de cien pesos ya habia sido pactado en la primer entrevista, por lo que no era necesario el comentario de él. Pero siguió en silencio, mas bien porque creía que habia, en eso que habia oído, cierta resistencia al analisis.
¿Cuanto era el costo que él esta dispuesto a pagar para llegar a lo profundo de su alma?. Lo dejaría para trabajar en la próxima sesión.

A la próxima semana Jorge no apareció, ni a las que siguieron, que tan solo sirvieron para que la licenciada se percatará de su malentendido, o de sus propias resistencias a reconocer lo evidente.

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