Se encontró con ella, o mejor, con la espalda de ella, en un recital. Le pareció perfecta, sincrónica, estética, sinuosa, armónica.
O porque era al aire libre, o por cierta impunidad de un fenómeno masivo, el no apagó su celular. Y sonó. Y contestó. Y del otro lado sonaron reclamos. Se enfureció, subió el tono.
Ella giro hacia él con relativo fastidio y le hizo señas de que bajara la voz.
La furia viene acompañada de ceguera, él siguió su diatriba.
Ella volvió a mirarlo, con un tedio exaltado:
-Pibe, ubicate, si no te gusta la música, anda a hacer bardo a otro lado.
Los ojos de él, inyectados de bronca, se quedaron fijos en su boca, luego en su rostro. Sintió que su propia cara enrojecía, cargado mitad de vergüenza hacia la chica de la espalda armónica, y mitad de odio hacia la chica de la voz chillona. Cortó, apagó y guardo su celular en el bolsillo de la campera.
Ella oyó la musica de despedida de la compañía celular en el instante en que el cantante daba el último acorde. Aplaudió, lo miró. Él aplaudió también. Ella sonrió. En la breve pausa entre canciones, le dijo:
-Si no cortabas, te iba a amordazar.
Él replico:
-Si, nunca el amor, el azar, me habían encontrado juntos. Me llamo Gastón
viernes, 23 de septiembre de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)